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LA SANTIDAD EN LA FAMILIA PASIONISTA

San Pablo de la Cruz estaba convencido que la vocación pasionista es un camino hacia la santidad; así lo recordaba continuamente a los religiosos y a los laicos que se acercaban al Instituto para compartir su espiritualidad. Continuamente recomendaba a los religiosos no ocuparse sólo de su oración como un medio de unión con Dios, sino que, además, debían meditar con los fieles los misterios de la Pasión de Cristo, el medio más certero para desterrar la maldad y encaminarse a la cristiana perfección.

Desde tiempos del Fundador fue naciendo la convicción de que la espiritualidad pasionista era una auténtica escuela de santidad. Uno de los primeros testimonios nos los ofrece la memoria de la vida santa del venerable hermano Jacobo de San Luis (+ 14 de agosto de 1750), escrita por el P. Fulgencio Pastorelli: "Quien tiene la dicha de ser parte de esta novedosa escuela de perfección, se ejercita en la práctica de las virtudes más sublimes y, como verdadero seguidor de Jesús Crucificado, asciende a la santidad a la que aspira". Los Pasionistas estaban convencidos que el programa de vida querido por Dios para los religiosos estaba indicada en las Reglas y Constituciones, "los medios más adecuados para alcanzar la perfección cristiana en el estado de vida que nuestros religiosos han abrazado" (cfr. Regla, 38).

La identidad pasionista consiste en tener impresa en el corazón la memoria del amor misericordioso de Dios Padre, revelado en los misterios de la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesús. Mas, para que esta impresión en el corazón sea fructuosa, es necesario ser hombres de oración que desarrollen coloquios interiores con Cristo crucificado, resucitado y presente en la Eucaristía. El voto de específico de los Pasionistas de promover la memoria de la Pasión de Cristo es un camino certero para alcanzar la unión íntima con Dios; esto es, vivir en santidad.

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