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SAN JOSÉ

19 de marzo de 2024

En esta fiesta de san José quisiera parafrasear las palabras que escucharemos en el prefacio de esta Misa: «José es el fiel y prudente servidor, constituido por Dios cabeza de la familia de Nazaret, para que haciendo las veces de padre, cuidara a Jesús, concebido por obra del Espíritu Santo».

No obstante la escasa información que encontramos sobre san José en la Sagrada Escritura, la devoción que las comunidades cristianas le han profesado a través de la historia, es una manifestación evidente del cuidado y atención que este hombre ha tenido hacia los discípulos de Jesucristo. José, fue constituido cabeza de la familia de Nazaret para cuidar de María y acompañar el desarrollo y crecimiento de Jesús. Y aun cuando tempranamente desaparece de los relatos bíblicos, su misión no se dio por terminada, sino que continúa hasta nuestros días. Como hiciera durante la infancia de Jesús, José acompaña el caminar de los discípulos hasta la consumación de los tiempos. 

 

Quisiera señalar en esta fiesta tres actitudes que José fue desarrollando para cumplir la voluntad de Dios, las cuales, indudablemente serán de utilidad para cada uno de nosotros: escucha, confianza y decisión.

 

Primera actitud: Escucha 

 

De acuerdo con la narración de san Mateo, José tuvo la capacidad de escuchar a Dios en medio de las crisis de su historia. Sabemos que estaba comprometido con María y ella, antes de vivir juntos, concibió por obra del Espíritu Santo. Evidentemente, José no entendió esta situación por lo que pensó abandonar a su prometida. Y mientras maduraba esta idea, Dios le visitó en su sueño, dándole a conocer la realidad de lo que estaba sucediendo. Y José escuchó…

Nosotros también atravesamos numerosas crisis a través de nuestra vida. Y muchas de ellas, como a José, nos arrebatan la tranquilidad. ¿Quién de nosotros no se ha sentido intranquilo por la creciente violencia que cada día está cobrando más vidas humanas? ¿Quién de nosotros no se ha sentido atemorizado por los enfrentamientos del crimen organizado en distintos puntos de nuestro país? ¿Quién de nosotros no se ha sentido inquieto por la incertidumbre política y social que vivimos en estos días de elecciones? ¿Quién de nosotros no se ha sentido desanimado al constatar que, a pesar del empeño puesto en el trabajo, el salario simplemente no alcanza para satisfacer completamente las necesidades de los nuestros? ¿Quién de nosotros no se ha sentido desalentado al darse cuenta que nuestra sociedad carece de oportunidades para desarrollarnos académica, profesional o laboralmente? ¿Quién de nosotros no ha caído en depresión ante el fallecimiento de un ser querido, la ruptura familiar o el abandono de aquellos a quienes queremos? Estas y tantas situaciones van taladrando lo profundo de nuestro corazón, haciendo que nuestro espíritu viva en absoluto desconcierto. Y así, muchos de nosotros nos vamos caracterizando por el mal humor, la tristeza crónica o el pesimismo ante las circunstancias cotidianas de nuestra vida; caminamos entonces sin ilusión, sin esperanza; dando vueltas y vueltas a las situaciones que nos inquietan. 

 

No obstante, Dios continúa hablando a cada uno de nosotros. En medio de nuestros desencantos, Dios nos muestra el encanto de la vida; en medio del desaliento se acerca para encender en nuestro interior la chispa de la esperanza. Pero estamos tan atribulados que su cercanía pasa desapercibida. 

 

Me parece que necesitamos aprender de José. Habiendo sabido que María estaba encinta antes de vivir con él, su mundo se derrumbó. Era un hombre enamorado y repentinamente parece que lo habían traicionado. Esta idea daba vueltas y vueltas en su mente; por ello, decidió abandonar a María. Pero en medio de su desatino, escuchó la voz de Dios que le dio a conocer su Plan de salvación. Pidamos a José que nos enseñe a escuchar a Dios.

 

Segunda actitud: Confianza

 

Habiendo conocido el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios y con toda seguridad, sin comprender la misión que se le estaba dando como Padre del Mesías, José tuvo la capacidad de confiar en Dios. Sabemos, por los datos que nos ofrece la tradición, que José fue hombre fiel a los mandatos divinos. Con certeza habría conocido a Dios desde su infancia y le habría elevado continuas y numerosas oraciones. Su fe, vivida de una forma sencilla conforme a los humildes aldeanos de Israel, le permitió confiar en Dios, aun sin comprender los alcances de la misión que se le estaba encomendando. 

Fue así que, confiando en Dios, tomó por esposa a María, la Madre de Jesús; confiando en Dios, se encaminó con ella hacia la ciudad de David para empadronarse; confiando en Dios, buscó un sitio para el nacimiento de su Hijo; confiando en Dios se apresuró para huir ante la amenaza de Herodes; confiando en Dios, se instaló en Nazaret para educar a su Hijo, enseñándole el oficio de carpintero. 

 

Muchos de nosotros necesitaríamos aprender de José… Y es que, en muchas ocasiones, cuando nos vemos enfrentados a la adversidad de inmediato buscamos soluciones que, en muchos casos, nos separan de la comunión con Dios y con nuestros hermanos. Decimos que tenemos fe pero en medio de las tribulaciones, rápidamente nuestra fe se tambalea y buscando defender nuestra estabilidad, reaccionamos con hostilidad ante nuestros hermanos y ante el medio en el que nos encontramos. Bien es sabido que todos hemos atravesado situaciones que nos llevan al límite y en ocasiones amenazan el desarrollo de nuestra vida pero sólo unos cuántos tienen la capacidad de confiar en Dios. 

 

Precisamente el salmo con que respondimos a la Palabra de Dios es una afirmación llena de confianza: «Su descendencia perdurará eternamente». Esta fue la promesa que Dios hizo a David por medio del profeta Natán, como escuchamos en la primera lectura; esta fue la promesa que se trasmitió desde entonces para alimentar la esperanza de Israel y hacerle superar sus numerosas crisis. Esta fue la promesa que José, como hombre de fe, recibió de sus antepasados. Y esta misma fue la promesa que vio cumplirse con el nacimiento de Jesús. 

 

En medio de nuestras crisis y tribulaciones también estamos llamados a confiar en Dios que hace brillar el sol sobre nosotros y alegra nuestra vida con el paso de las estaciones y las maravillas de su creación. Él nunca nos abandonará; ni en la crisis más severa se apartará de nosotros. Pidamos a José que nos enseñe a confiar en Dios.

 

Tercera actitud: Decisión

 

La tercera actitud es la decisión. Aun cuando en los relatos del Evangelio José tiene como característica el silencio, no podemos decir que fue un hombre que se mantuvo en la pasividad o que se iba moviendo por la inercia de la historia; por el contrario, fue un hombre de absoluta y valiente decisión. «Constituido jefe de la familia de Nazaret hizo las veces de padre, cuidando a Jesús, concebido por el Espíritu Santo». Después de escuchar la voz de Dios y confiando en su palabra, tomó por esposa a María y asumió decididamente la función de padre del Mesías. Con decisión, a pesar de su crisis y ruidos interiores, dio lo mejor de sí para que el plan divino de salvación pudiera cumplirse. Con decisión y valentía tomó por esposa a María; con la misma decisión, en medio de la amenaza de Herodes, tomó al niño y a su Madre llevándolos al desierto; con valentía se estableció en Nazaret para educar al niño Jesús; y con la misma entereza buscó entre la caravana al Niño cuando se había perdido. 

Nosotros, como José, necesitamos aprender a responder a la misión que Dios nos confía. Muchos de nosotros, en medio de nuestras crisis, nos quedamos estáticos, sin saber a dónde ir o la forma de proceder. Muchos de nosotros nos llenamos de miedos y temores y simplemente nos rehusamos a dar lo mejor de nosotros mismos para enfrentar los desafíos de nuestra historia. ¡Cuántos de nosotros, al hacer un recuento de nuestra vida, nos damos cuenta que no hemos hecho nada ni por nosotros ni por el bien de nuestros hermanos! ¡Cuántos de nosotros nos hemos detenido al considerar que la misión que se nos confía está más allá de nuestros límites! 

 

Considero que necesitamos aprender de José que, a pesar de las crisis y de los límites humanos, se atrevió a llevar adelante la misión que le era confiada. Recordemos que José no era un hombre académicamente instruido; era un simple carpintero, un artesano de Nazaret con muchas carencias pero con la disposición de responder a la enorme misión que se le estaba confiando.

Nosotros tenemos muchas carencias y limitaciones; miedos y desencantos; pero nada de eso debe obstaculizar ni detener el plan de Dios en nuestra vida. Pidamos a José que nos enseñe a actuar con decisión. 

 

En esta fiesta de San José, el padre nutricio de Jesús y protector de la Iglesia, pidamos su intercesión. De modo que, al recordar su vida, seamos capaces de escuchar a Dios en medio de nuestra historia, confiar en Dios a pesar de nuestras tribulaciones y decididamente llevar adelante la misión que Dios nos ha confiado. 

P. Eloy de San José

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