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Institución de ministerios

Coh. Julio César Rondón Sánchez, C.P.

14 de febrero de 2023

El 14 de febrero, el Coh. Julio César Rondón Sánchez fue instituido en los ministerios de lectorado y acolitado, como parte de su proceso de formación al ministerio ordenado. La celebración se llevó a cabo en la Comunidad de San José, sede del Estudiantado de Teología, en la Ciudad de México, y fue presidida por el P. Eloy Medina Torres, Consultor Provincial y Delegado del Superior Provincial para instituir los ministerios.

HOMILÍA

(Lecturas del martes de la VI Semana del Tiempo Ordinario. Gn 6,5-8; 7,1-5-10; Sal 28; Mc 8,14-21)

Nos reunimos en esta tarde para dar gracias a Dios por la vocación de nuestro hermano Julio César Rondón, quien ha sido admitido por el Superior Provincial a la institución de ministerios como parte de su proceso de formación al ministerio ordenado. Antes de pronunciar una palabra sobre este acontecimiento, quisiera referirme a los textos de la Escritura que acabamos de proclamar en la lectura continuada de este ciclo.

 

La humanidad, a través de toda su historia, se ha enfrentado a un sin número de situaciones que, de una u otra forma, han representado una amenaza a su bienestar y sano desarrollo. Muchas de ellas, proceden de la corrupción y la maldad del corazón humano, cuando los hombres y mujeres se atreven a atentar contra la vida y la estabilidad del otro. Pero también es cierto que muchas situaciones que han amenazado a la humanidad provienen de los fenómenos naturales: huracanes, inundaciones, tormentas eléctricas, erupciones volcánicas, temblores y terremotos, los cuales, han tomado la vida de millones de personas alrededor del mundo y a través de la historia. Todos nosotros, sea por las noticias o por experiencia personal, sabemos el daño que pueden ocasionar los fenómenos naturales. Por mencionar un caso, desde hace una semana, hemos escuchado continuamente en las noticias como un movimiento sísmico ha cobrado la vida de miles de personas en Turquía, dejando a otras tantas en la orfandad y en el más absoluto desamparo pues, en medio de la destrucción, han perdido todo su patrimonio. Posiblemente esta situación nos es un tanto familiar pues, también nosotros en México, hemos visto las terribles consecuencias del movimiento de la tierra. Se trata, ciertamente de fenómenos naturales que se escapan de nuestro control; a pesar de nuestra inteligencia y de los avances científicos, aún no contamos con los medios ni el conocimiento necesario para hacer frente o evitar el clamor de la naturaleza.

 

Somos seres limitados y hemos de aprender a convivir con el medio ambiente que el Señor ha construido para nosotros. En este sentido, hemos de tener en cuenta la responsabilidad del hombre en el cuidado de la Casa común pues, sabemos que la creciente contaminación provocada por el ser humano, ha ocasionado el paulatino calentamiento del planeta que, entre tantas consecuencias está afectando el derretimiento de los hielos polares y una severa alteración de la temperatura planetaria que, con el paso del tiempo, estará afectando radical y hasta mortalmente la vida sobre la tierra: desaparición de las zonas agrícolas, pérdida de selvas tropicales, disminución de la biodiversidad, crecimiento del mar, temperaturas cada vez más extremas, violentos torrenciales, inundaciones, entre otras tantas situaciones que, lamentablemente afectarán la vida de los seres humanos y de modo particular, de los más vulnerables, de aquellos que no tienen los medios económicos para hacer frente a la crisis. Por eso, es indispensable que seamos responsables de la casa común en que nos encontramos y que cada uno, en su realidad, se comprometa con el cuidado del medio ambiente.

 

Volviendo a la narración del Génesis que hemos escuchado, recordamos el diluvio universal. Sin hacer referencia a los detalles de esta escena bíblica, considero que su construcción puede darnos una buena orientación ante las catástrofes naturales. Es autor sagrado señala que, en un momento de la historia de la naciente humanidad, sobrevino sobre la tierra -o sobre un pueblo en concreto- una tormenta de consecuencias catastróficas que cambio la vida y la visión de los hombres. No obstante, y considero que este es el elemento central de la narración, el autor sagrado nos presenta a Noé, un hombre justo que, ante los embates de la naturaleza, se mantiene fiel a Dios pues confía en él y sabe que, incluso, en medio de la calamidad, Dios siempre está con él. Considero que podríamos complementar la mística de esta narración con el relato que escuchamos en el Evangelio: los discípulos están preocupados porque no tienen pan suficiente para alimentarse durante la travesía por el mar; están con Jesús que ha hecho diversas acciones para favorecer al ser humano; pero los discípulos sucumben ante el hambre… Una situación, si no del medio ambiente, sí de la naturaleza humana. Están inquietos por la falta de pan. ¿Qué comerán? ¿Qué podrán hacer para soportar el hambre mientras dura la travesía? Nos dice el evangelista que Jesús, dándose cuenta de sus inquietudes los reprende recordando lo que ha hecho para saciar el hambre de las multitudes. Y no es que Jesús quisiera tener la admiración de sus discípulos o que estos los buscarán sólo para saciar sus necesidades o encontrar el consuelo en medio de su crisis. Jesús les recuerda lo que ha hecho para impulsar su fe. Si están con el Maestro, aun en medio de las tormentas, en medio del hambre, en medio de cualquier catástrofe, podrán recuperar la esperanza y encontrar el modo para levantarse y salir adelante.

 

Hermanos, hermanas, en medio de las crisis que azotan nuestra vida, tanto en las crisis personales como en las dificultades ocasiones por la perversión humana o por las catástrofes de la naturaleza, confiemos en Dios; confiemos en Jesús; acerquémonos a él recordando todo lo que ha hecho para nuestro bien y para el bien de la humanidad. Y comprendamos que en él podemos encontrar el impulso y la ilusión necesaria para salir adelante.

 

Quisiera dirigir ahora una palabra a nuestro hermano Julio César que será instituido con lector y acólito. Estimado Julio César, después de haber emitido la profesión perpetua en nuestra familia religiosa, el Señor reafirma su llamado para que seas sólo de Él y vivas consagrado a su servicio, en el servicio a los hermanos, especialmente, a los más vulnerables de la historia. Sabemos que, los ministerios que te serán conferidos, son parte del camino hacia el ministerio ordenado; no debes considerarlos como un requisito que debe cumplirse sino como la oportunidad de crecer en el servicio a Dios y a su Iglesia. Deberás ejercer estos ministerios como un servicio que la Iglesia te concede para que colabores en la obra de salvación. No los realices de manera monótona o sólo por costumbre; reconoce y valora su importancia en la vida de la Iglesia. Como lector, estarás llamado a proclamar la Palabra para edificación de los fieles; has de recordar que esta proclamación deberá estar precedida de una adecuada preparación de modo que aquellos que te escuchen puedan comprender claramente lo que Dios, en su palabra, y a través de tu ministerio, les quiere comunicar. Ten en cuenta que ser lector no sólo significa pararte en el ambón para leer las lecturas de la Misa; significa tener familiaridad personal con la Palabra de Dios; y en este sentido, habrá que señalar que no basta conocer su aspecto lingüístico ni meramente exegético; es necesario que te acerques a la Palabra con un corazón dócil y orante, para que ella penetre en tus pensamientos y engendre dentro de ti una mentalidad nueva (Pastores dabo vobis, 26). Como acólito, estarás destinado al servicio del altar, colaborando en la preparación de los dones y asistiendo como ministro extraordinario de la Eucaristía. Como acólito instituido, deberás aprender y cuidar todo lo relativo al culto público, tratando de captar su sentido íntimo y espiritual, de modo que puedas ofrecerte diariamente a Dios, siendo para todo su pueblo un claro testimonio de santidad y devoción ante el misterio de Dios; además, con sincero corazón, deberás sentirte cercano al cuerpo místico de Cristo, especialmente a los necesitados y enfermos (cfr. Ministeria Quaedam, VI)

Estimado Julio César, te recomiendo que al ejercer estos ministerios hagas memoria del acontecimiento de Cristo, nuestro Salvador. Cuando desempeñes el ministerio de lector, recuerda que Cristo desde el inicio de su ministerio proclamó incansablemente la Palabra que el Padre había revelado a los profetas y la misma que el Padre le daba a conocer. Cuando sirvas como acólito, recuerda que estás sirviendo a aquel que en la noche de su Pasión, decidió hacerse alimento para sus discípulos.

 

Que San Pablo de la Cruz, nuestro Padre, te acompañe para que, vivas estos ministerios con alegría, disponibilidad y devoción, para alabanza de Dios y santificación de su pueblo.

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