II DOMINGO ORDINARIO
19 de enero de 2025
Pasar del agua común al vino del Reino
Durante el ciclo litúrgico que estamos viviendo los domingos, nos acompañará el Evangelio según san Lucas; sin embargo, el día de hoy hacemos una excepción para meditar en el pasaje de la bodas de Caná que exclusivo del Evangelio de Juan.
Primeramente, habrá que comprender el contexto de la escena: una tradicional boda judía. Cuando dos personas decidían establecer el vínculo del matrimonio en el pueblo de Israel, el primer paso era pedir el consentimiento de los padres y de los ancianos del pueblo; cuando esto acontecía se firmaba el contrato del desposorio, por el cual, la pareja quedaba unida aunque vivían en casas separadas mientras llegaba la fecha de la celebración del matrimonio que se prolongaba a lo largo de siete días de fiesta, para las cuales, el esposo debía preparar cantidad suficiente de alimento y bebida para sus invitados; si estos llegaban a escasear era un signo de poca prosperidad para el matrimonio.
Ahora hablemos de los personajes. El evangelista no habla de quiénes son los esposos, pero hay un grupo de personas a quienes ubicamos con facilidad: Jesús, María y los discípulos. El pasaje se inserta después de dos episodios, el testimonio de Juan el Bautista sobre Jesús y la elección de los primeros discípulos, es decir que estamos en los inicios de la conformación de la comunidad apostólica. De María no se dice nada previo en este Evangelio, es en esta escena donde es nombrada por primera vez.
Algunos elementos de la narración tienen un alto carácter simbólico: María representa a la Iglesia como testigo de la gloria de Jesús, aparece en esta primer señal dónde Jesús manifiesta su gloria y aparecerá en la escena del calvario cuando se efectúa la glorificación del Mesías; el esposo es un signo dentro de la teología de Juan que representa a Cristo, en el apocalipsis se nos narran las bodas dónde el Cordero (Jesús) es el esposo y la Iglesia la esposa; la boda es la alianza nueva y eterna que Dios establece con la humanidad en Cristo a través de la Iglesia; el vino es signo de alegría y, además, nos recuerda la materia para la celebración Eucarística.
Pero dentro de estos elementos, te invito a fijar la mirada en la tinajas. No son unos pequeños cántaros de barro como a veces de representa en algunas pinturas, son en realidad unas enormes tinajas talladas en piedra con una capacidad enorme que tenían una utilidad de purificación (imagina su tamaño si una persona puede sumergirse en su interior) y con una capacidad de cien litros. Eran ocupadas para hacer los ritos de purificación que, a lo largo de los siglos, fueron requiriendo las leyes judías dónde prácticamente todo es motivo de impureza: la sangre, la enfermedad, la muerte...
¿Por qué Jesús eligió estás tinajas para realizar el milagro? Bien pudo haber usado los recipientes vacíos del vino que recién se había terminado ¿No es cierto? Más bien, las ocupa porque es aquí donde está la enseñanza central.
A lo largo del tiempo, Israel fue alejándose del auténtico mensaje de Dios ocultándolo detrás de la enorme cantidad de normas que impedían la vida plena del hombre, dónde la vida ordinaria era pesada bajo el yugo de las leyes excluyentes que tenían por principio el cumplimiento de la norma por encima de la felicidad del hombre. Aquellas tinajas representan eso: una vida llena hasta los bordes de sinsentido.
Jesús ha venido a recordar al pueblo de Israel que Dios los ama y por eso los ha constituido en sus elegidos, y que desea más la justicia, la caridad, la misericordia y la fraternidad por encima de las normas y ritos, ¡Quiere que el hombre sea feliz! Que el agua de aquellas tinajas sea transformada en vino implica que Dios quiere transformar nuestra vida cotidiana, monótona, aburrida y sinsentido en una vida llena de felicidad, en la alegría plena.
¡Cuántas veces el ser humano deja de vivir agobiado por tantas cosas: el que dirán, el consumismo, la sociedad utilitarista, las crisis económicas..., que le van orillando además a optar por acciones y actitudes que le restan sentido a su vida! Al ser humano se le acaba el vino, la alegría de vivir.
¿Que es lo que ha provocado que el vino se acabe en tu vida? Quizá hasta el momento tu vida ha sido triste, pero recuerda que si Jesús ha llegado a ella la va a transformar. ¿Cómo? Es sencillo, María nos da la respuesta: haz todo lo que el te diga, vive según el Evangelio.
Por último, alégrate porque el vino es abundante… y no es cualquier vino ¡Es el mejor vino!
En esta tarde presentemos a Jesús el agua de nuestra vida ordinaria para que Él pueda transformarla en el vino de la vida eterna. Amén.
Coh. Daniel de la Divina misericordia, C.P.