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Toma de posesión canónica y litúrgica

de la Parroquia del Espíritu Santo y Señor mueve corazones

23 de noviembre de 2022

El miércoles 23 de noviembre, Mons. Federico Albach, Vicario Episcopal de la IV Zona Pastoral de la Arquidiócesis de México, presidió la Eucaristía en la que dio posesión canónica y litúrgica como Párroco de la Parroquia del Espíritu Santo y Señor mueve corazones, en la Ciudad de México, al P. Ángel Antonio Pérez Rosa Entre los concelebrantes, estuvieron presentes los padres Víctor Hugo Álvarez Hernández, Superior Provincial; Genelio García Antigua, Consultor Provincial; Adony Reyes Rosario, Vicario Parroquial; y Clemente Olvera Guerrero, Párroco saliente. 

HOMILÍA

 

Quiero saludar a los Padres Pasionistas, a las hermanas Pasionistas que se encuentran aquí, a los seminaristas de esta Comunidad y a todos ustedes, laicos y laicas, que son el centro de esta comunidad.

Quisiera reflexionar con ustedes, a partir de las lecturas que hemos escuchado, y considerando el momento del tiempo litúrgico en que nos encontramos, sobre la tarea y los desafíos de una Parroquia. Me gustaría mencionar cinco aspectos.

En primer lugar, una Parroquia es el lugar donde vive y se reúne una comunidad para compartir su experiencia de fe. Recuerden que la Parroquia no es solamente el templo, sino es todo la comunidad parroquial. Y venimos aquí, o nos encontramos en otros espacios, como son las casas de oración, para hablar de nuestro encuentro con Cristo, de cómo hemos experimentado su amor y su misericordia. Y lo hacemos todos juntos: laicos y laicas, ministros ordenados y religiosas; es la experiencia viva y encarnada en nuestra propia historia y en nuestros corazones del amor de Dios. Ustedes y yo estamos aquí porque nos hemos encontrado con Cristo; porque hemos descubierto su amor infinito e incondicional. Todos podemos encontrar su misericordia en nuestra vida, y así el Evangelio se hace presente. No lo hacemos únicamente de manera individual sino que vamos encontrando resonancias de lo que va pasando a uno; y esto se vuelve un testimonio comunitario. De hecho, cuando hablamos de doctrina, como de los diez mandamientos o sobre el misterio Pascual, hablamos de la sistematización de la experiencia de nuestra comunidad católica; esa doctrina sería vacía si no fuera más que una repetición de datos y no la experiencia activa de cada uno de nosotros.

En segundo lugar, una Parroquia es el sitio donde se habla de la esperanza y del optimismo. Estamos a punto de concluir el año litúrgico y ustedes recordarán los textos tomados del libro del Apocalipsis que nos hablan del fin de la historia. Y hay narraciones que hablan del fin para conducirnos al encuentro con Dios. Estas narraciones no son de terror sino de esperanza. La Iglesia camina en medio de la historia por momentos de luz pero también entre muchas adversidades con la conciencia plena de que Cristo es el Señor de la historia y que todos nos encaminamos hacia Él. En nuestro tiempo parecería que hay muchos signos apocalípticos, entendidos como manifestaciones de un momento final. Nos damos cuenta de las terribles contradicciones que hay entre nuestro mundo: la guerra entre Ucrania y Rusia, que ha desatado preocupación y miedo, como lo ha manifestado el Papa Francisco, en todos lados; es una guerra que ha desestabilizado la economía y la vida de la sociedad despertando el temor de un conflicto nuclear con resultados catastróficos para la humanidad. Nos damos cuenta que hay signos del cambio climático muy preocupantes que podrían desestabilizar terriblemente la convivencia en nuestro planeta. También hay otras muchas tensiones a nivel global sumamente preocupantes. Y si echamos una mirada a nuestro país, la situación también se torna preocupante: violencia desmedida, pérdida de vidas inocentes, hombres y mujeres que han derramado su sangre por defender los derechos humanos y buscar la justicia. Tenemos preocupación en torno a la economía, la seguridad y la estabilidad social. Si nos enfocamos en nuestra Iglesia, también hallamos manifestaciones preocupantes: en la Ciudad de México, el número de católicos decrece cada año pero es una tendencia que se nota en todo el mundo occidental; también notamos una dificultad para transmitir la fe a las nuevas generaciones; vemos con preocupación. la disminución de vocaciones en todas las familias religiosas masculinas y femeninas y en el clero diocesano. Vemos también que la edad del clero y de los religiosos ha ido en aumento y no se tienen los relevos suficientes para llevar adelante los compromisos y acompañamientos pastorales. En medio del panorama desolador, la Parroquia es la comunidad de esperanza. No importan lo difícil de la vida y lo inquietante de los signos apocalípticos pues sabemos que Cristo es quien lleva nuestra vida y nuestras comunidad. Y esta certeza ha de llenarnos el corazón de esperanza. Estamos aquí, en esta Parroquia, para predicar la fortaleza de Cristo y ver los signos de la presencia de Cristo aun en medio de los problemas. Así que invito a esta comunidad parroquial y a la comunidad de Pasionistas aquí presente, que se llene de esperanza y nos contagie a todos de la esperanza evangélica.

En tercer lugar, una Parroquia tiene que ser una comunidad en salida. Así como hablamos del compartir la experiencia de fe, lo hacemos con el interés y el entusiasmo de compartirla con los demás. Esta Parroquia tiene que salir del templo haciendo el esfuerzo de llegar a las familias y hasta donde sea posible para compartir nuestra alegría y nuestra pasión por el Evangelio. Dejo un cuestionamiento para la Asamblea Parroquial, para el Consejo Parroquial y los movimientos parroquiales: ¿Cómo llevar a los demás el testimonio de Cristo que ha transformado nuestra vida llenándonos de optimismo y esperanza? 

En cuarto lugar, en esta Parroquia del Espíritu Santo y Señor mueve corazones también nos tenemos que sentir interpelados a la práctica de la caridad. La Pasión de Cristo no es el revestirnos del sufrimiento y de la inmolación; sino que nos revestimos del amor de Cristo por los que sufren, por los extraviados, por los pobres. Justo esta opción de Cristo es la que lo llevó a padecer el suplicio de la Cruz. Así que, llevamos la Pasión de Cristo como el precio de amar a los demás, de entregarnos a los demás, de preferir a los pobres antes que todo. Y esta debe ser una opción en una Parroquia como esta y en todas las Parroquias de nuestra Arquidiócesis. 

Y finalmente, una Parroquia es un sitio donde vivimos, aprendemos y caminamos en la experiencia de comunidad. Y es difícil. Hace también un par de semanas me encontraba con un grupo de jóvenes que estaba en crisis porque tenía conflictos internos: chismes, peleas, desilusiones, crisis personales... Pero esto es la vida. Y es la vida de una Parroquia porque en una Parroquia nos esforzamos por ser familia en Cristo. Habrá personas que nos caen bien y otras que nos caen mal; personas carismáticas para compartir su vida y otras a las que les cuesta dar a conocer su testimonio. Pero todos juntos formamos la Parroquia. Y así, con alegría, perdón y reconciliación, tratamos de ser testimonio para los demás reconociéndonos como miembros de una familia. 

Pidamos a Dios por el P. Ángel Antonio, para que lo llene de muchas bendiciones y entusiasmo en su nueva misión. Y que todos los religiosos de esta comunidad asuman juntos los retos de esta Pasión por el Evangelio. Que así sea. 

Mons. Federico Albach Núñez

Vicario Episcopal para la IV Zona Pastoral

Arquidiócesis de México

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