INSTITUCIÓN DE MINISTERIOS
Coh. Pablo de la Cruz Vera, C.P.
5 de septiembre de 2023
Por la tarde del martes 5 de septiembre, el P. Víctor Hugo Álvarez Hernández, Superior Provincial, celebró la Eucaristía en la Comunidad de San José, en la Ciudad de México, en la que confirió los ministerios de lectorado y acolitado al Con. Pablo de la Cruz Vera, como parte de su formación al sacerdocio ministerial.
HOMILÍA
Hemos escuchado en la narración del Evangelio (Lc 4, 31-37) como Jesús llega a la sinagoga y después de compartir su doctrina, un espíritu inmundo comienza a gritar desesperado. En esta manifestación de los espíritus inmundos podemos descubrir como Nuestro Señor no permite que ellos hablen; el demonio normalmente tiene esas formas de adular pero no reconocer, no hay sinceridad en sus palabras ni adoración hacia Jesús. A diferencia de ese espíritu, en nuestra vida siempre hay posibilidad para la conversión; en nuestra vida está latente la posibilidad de cambiar y abrirnos a la misericordia de Nuestro Señor. Los espíritus inmundos, el maligno, no está abierto a esta posibilidad: no hay reconocimiento sincero para adorar la divinidad de Nuestro Señor.
También podríamos preguntarnos: ¿qué es lo que tiene la Palabra del Señor? ¿Por qué la gente reconoce que su palabra tiene autoridad? ¿Qué es lo especial que hay en sus palabras? Ahí está precisamente lo que tiene el Señor Jesús para atraernos hacia Él.
Hace algunos años, Nuestro Señor llamó a nuestro hermano Pablo de la Cruz para seguirlo en esta familia. Y seguramente tú, Pablo, en tu comunidad ya prestabas un servicio y participabas en algunas actividades. Y uno podría decir: “Esto es suficiente, ¿para qué seguirlo más?” Cuando vemos a jovencitos que se entregan plenamente a un ministerio en su Parroquia, prestando algún servicio en alguna actividad parroquial o en algún apostolado, los admiramos realmente por su entrega y la generosidad de su vida. Y quizá no se esperaría más de ellos, pero Nuestro Señor los llama a comprometerse más en este seguimiento hacia la vida consagrada. Nuestro Señor va seduciendo el corazón de los jóvenes para traerlos a un compromiso todavía mayor. Y hoy vemos como Nuestro Señor te sigue llamado. El año pasado celebrábamos tus votos perpetuos y uno diría: “¿Para qué mas?” Pero el Señor sigue atrayendo tu corazón y ahora te llama a este servicio tan especial con las mismas palabras que llamaron la atención de la gente de su tiempo, y que ahora a ti te lanzan a darle el corazón. Con este ministerio te comprometes a servir como acólito: estar en el altar no es para sentirte privilegiado, sino que es un compromiso al servicio de tus hermanos. Estarás en un sitio privilegiado asistiendo al sacerdote y a la comunidad. Tu servicio como acólito no se reducirá sólo a las horas ante el altar. Tu vida como servidor tendrá que ir más allá manifestándose en cada espacio de tu vida, en los apostolados y en la vida de los hermanos.
Serás también instituido como lector. Y debes recordar que la Palabra de Cristo deberá llegar a tu corazón pues no se trata sólo de tener elocuencia para leer o capacidad para comprender la Escritura, sino que, con la Palabra, deberás dejar que tu vida se transforme y des así testimonio de lo que proclamas ante tus hermanos. Ahí es donde se tiene que escuchar la Palabra que tu proclamas pues la Palabra de Dios no sólo se lee con los labios sino que se da a conocer con la vida misma.
Que Nuestro Señor vaya transformando en todo momento tu vida y que, así como Nuestro Señor es capaz, con el poder de su Palabra, de expulsar a los demonios, que también vaya expulsando los demonios que pueden esconderse en nuestra vida. Que vaya transparentando nuestra existencia y haciéndonos personas de luz, como nos decía la carta de San Pablo (1Tes 5, 1-6.9-11). Déjate conducir por la Palabra de Dios y así verás como Nuestro Señor, a lo largo de tu vida, irá erradicando todo aquello que el mal espíritu se va ocultando en tu vida. Deja que la luz de Cristo comience a iluminar esos lugares oscuros en los que muchas veces el maligno pretende establecerse y quedarse ahí.
Nuestro Señor nos atrae siempre con su Palabra y nos salva. Su palabra nos lleva a la vida; a diferencia de la palabra humana que, muchas veces para destruir el mal, atenta contra la misma vida. Y lo vemos en la pena de muerte practicada en tantas naciones para erradicar aquellos crímenes que en una sociedad no deberían existir. Pero el mal no se erradica así. El Señor Jesús nos da cuenta que sólo su Palabra puede exterminar el pecado, salvando al pecador y llevándolo por otro camino.
Que con sus dones Nuestro Señor siga embelleciendo tu vida para que sigas respondiéndole con generosidad y amor, y así, seas testimonio para atraer a muchos jóvenes que, como tú decidan dedicar su vida al servicio de Dios y de los hermanos.
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P. Víctor Hugo Álvarez Hernández, C.P.
Superior Provincial