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INICIO DEL POSTULANTADO

Comunidad del Perpetuo Socorro

Guadalajara, Jalisco

7 de septiembre de 2023

Al medio día del 7 de septiembre, en presencia de los voluntarios y miembros de las asociaciones y movimientos del Templo del Perpetuo Socorro, en Guadalajara, Jalisco, el P. Víctor Hugo Álvarez Hernández, C.P., Superior Provincial, presidió la Eucaristía en la que dos jóvenes, Jesús Robles Sánchez y José Nieves Luna, iniciaron la experiencia de Postulantado. Pidamos a Dios que les conceda perseverancia en su vocación, para que, conociendo el estilo de vida pasionista, puedan comprometerse cada día con Jesús crucificado.

 

Compartimos a continuación la homilía pronunciada por el P. Eloy Medina, en la que, tomando como referencia las lecturas del día (Col 1, 9-14; Sal 97; Lc 5, 1-11) invitó a los postulantes a echar las redes, confiando en la Palabra de Dios.

 

HOMILÍA

 

Suele suceder que, al iniciar una nueva experiencia en la vida, estemos llenos de ilusiones. Normalmente nos sentimos emocionados por los nuevos caminos que iremos transitando, expectantes antes los nuevos conocimientos que iremos adquiriendo, nerviosos por los retos que iremos enfrentando y animados por las personas que iremos encontrando. Y conforme vamos avanzando en el camino, constatamos cómo nuestra vida se va enriqueciendo; las nuevas experiencias nos hacen madurar y ver el mundo desde una óptica distinta.

 

Lamentablemente, en muchas ocasiones, sucede que el cansancio, la monotonía o las crisis personales, nos hacen perder aquella ilusión con la que habíamos iniciado. Pensamos, incluso, que nuestra vida ha sido infecunda y que, a pesar de las metas que hemos alcanzado, nunca han sido lo suficiente. Y es entonces cuando viene la frustración. Y, aunque duela reconocerlo, son muchos los seres humanos que viven así, en absoluta frustración, pensando que la vida se les ha ido sin haber dado fruto o que sus empeños han quedado sin relevancia. Y cuando viene la frustración, hemos de reconocer que el desánimo no sólo se queda en el ámbito interno sino que de inmediato se extiende a quienes están alrededor, especialmente, hacia aquellos que hacen todo lo posible por levantarse, caminar y trascender en la vida. Quien cae en la frustración, pierde el impulso para continuar, viviendo sólo en la monotonía, de manera automática, sin disfrutar lo que se hace; haciéndose la víctima por lo que no ha podido alcanzar y criticando a todos los que están a su alrededor.

 

Me atrevería a pensar que esto mismo le sucedió a los apóstoles, de acuerdo con lo que escuchamos en la narración del Evangelio. Sin duda que ellos habían iniciado con mucho entusiasmo sus labores de pesca. Qué emocionados debieron sentirse al subir por vez primera a una barca y sentir la brisa del mar que chocaba con su rostro; qué dicha debió cuando lanzaron el anzuelo y atraparon su primer pez. Eran pescadores y con ilusión realizaban cada día sus tareas en el mar. Pero qué terrible cuando el esfuerzo era infecundo; qué frustrante debió ser cuando, a pesar de haber trabajado toda la noche, volvían a la orilla con la red totalmente vacía.

 

Y sucedió que un día, después de una jornada infecunda y frustrante, mientras los pescadores están limpiando sus redes, apareció Jesús, caminando por la orilla y se subió a una de las barcas para continuar enseñando su doctrina. ¿Qué pensarían aquellos pescadores, cansados, desvelados y desanimados, al ver a ese desconocido subiéndose a sus barcas? Posiblemente no le dieron mucha importancia pues debían continuar con su faena, limpiando las redes y disponiendo lo necesario para la próxima jornada; además, el desvelo, el cansancio y la frustración, no les permitía poner mucha atención a un predicador desconocido. No obstante, considero que sus palabras fueron captando lentamente su atención. Por eso es que Pedro accedió a la petición de Jesús y llevó nuevamente la barca hacia el mar. Las palabras de aquel itinerante habían comenzado a calar profundamente en su mente y en su corazón. Pedro era el pescador, el especialista en el arte de los mares; Jesús era, aparentemente, un hombre cualquiera, un predicador itinerante como los que abundaban en aquellos años. Y sin embargo, Pedro confió en Jesús. Y el resultado: la pesca milagrosa.

 

Cuántas veces nosotros, hermanos, no estamos en la misma situación de aquellos pescadores. Hemos iniciado las distintas etapas de nuestra vida con ilusión y mucho entusiasmo, pero el cansancio y la monotonía, cuántas veces nos hacen perder el sentido. Y muchas veces, a pesar de nuestros empeños, sentimos que todo es infecundo, que nada nos sale bien o que dejamos las cosas a medias. ¿No será momento de que invitemos a Jesús a subir a la barca de nuestra vida para que él tome la dirección y nos conduzca hacia el sitio donde está la pesca abundante? Muchos de nosotros llevamos el timón de nuestra barca y lo hemos conducido por años y sentimos que somos los especialistas, los que todo lo saben y los que tienen la capacidad de dar respuesta ante los nuevos desafíos… Y es cierto; Dios nos ha dado numerosos dones y cualidades para conducir la barca de nuestra vida. Pero sin duda que, llevar el timón por mucho tiempo puede llevarnos al cansancio y hasta la frustración, especialmente, cuando no encontramos los peces que llenen nuestras redes. Vuelvo al cuestionamiento anterior: ¿no será momento de dejar que Jesús suba a nuestra barca y sea él quien marque el rumbo y la dirección?

 

Hermanos postulantes, ustedes están iniciando una nueva experiencia en su vida. Me han dicho que se sienten emocionados y nerviosos por todo lo que irán viviendo. Ya ustedes han platicado con los novicios y con otros hermanos que han vivido en esta comunidad y posiblemente se hayan hecho una idea de lo que podría ser su Postulantado. No obstante, recuerden que esta es su experiencia; son ustedes los que, acompañados por su formador irán abriéndose un nuevo camino. Vivan cada día con ilusión, emocionados por las nuevas experiencias. Aprovechen sus clases, vivan intensamente sus apostolados, disfruten de la cercanía de los fieles que irán encontrando… Pero sobre todo, dejen que Jesús, el que un día los llamó a ser pescadores de hombres, suba en la barca de su vida. Pues sólo con él, cuando el desánimo o la crisis se presente en su vida, podrán continuar con su marcha; sin Jesús, es posible que su barca se hunda; aunque sean los mejores navegantes; sin Jesús, será más difícil continuar el camino.

 

Por eso, les pido hermanos, en este año de Postulantado, no se olviden nunca de Dios; acérquense a él, en la oración personal y comunitaria; búsquenlo en el Sagrario, conózcanlo en la lectura orante de la Escritura; descúbranlo presente en cada momento de la vida. Sólo así, conociéndolo, como decía el apóstol Pablo a los colosenses, darán fruto de buenas obras y perseverán en todo momento con alegría y constancia.

 

Que por intercesión de nuestra Madre Santísima y de san Pablo de la Cruz, el Señor los acompañe en esta etapa de su vida.

P. Eloy Medina Torres, C.P.

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