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Bendición de la Capilla del Santísimo

Templo del Perpetuo Socorro

Guadalajara, Jalisco

5 de diciembre de 2022

El lunes 5 de diciembre, el P. Eloy Medina Torres, C.P., Consultor Provincial, presidió la celebración eucarística en el Templo del Perpetuo Socorro, en Guadalajara, Jalisco, en la que se bendijo la capilla de adoración del Santísimo Sacramento. Además de la comunidad religiosa, presidida por el P. César Antonio Navarrete Ferrusquia, Superior y Rector del Templo, participaron en la celebración una cantidad considerable de fieles procedentes de las diversas asociaciones y movimientos pastorales del Templo. Al término de la Eucaristía, se tuvo una convivencia en el atrio del Templo. 

HOMILÍA

 

Considerando la experiencia del pueblo de Israel, podemos constatar como desde sus orígenes, los israelitas sintieron la necesidad de contar con un espacio para el encuentro con Dios. Primero, tras la salida de la esclavitud y durante la caminata hacia la tierra prometida, establecieron la Tienda de la reunión (cfr. Ex 33,7), donde Moisés conversaba con Dios, los descendientes de Leví ofrecían los sacrificios y el pueblo elevaba confiadamente sus oraciones. Para ellos, la Tienda de la reunión representaba la certeza de que Dios estaba efectivamente en medio de su pueblo; esta certeza se veía alimentada por la permanencia de la nube sobre la Tienda (cfr. Ex 33,10; 40,34), la cual, iba indicando el ritmo de la caminata hacia la tierra prometida (cfr. Ex 13,22; Dt 1,33).

 

Concluida la travesía por el desierto, al tomar posesión de una tierra buena que mana leche y miel, los israelitas conservaron la tienda de la reunión en medio de las doce tribus de Israel (Jos 18,1), señalando así que la presencia de Dios representaba el fundamento de toda su existencia. Con el paso del tiempo, concretamente durante el reinado de David, se vio la necesidad de edificar un templo, construido con materiales firmes y adornado con maderas finas, donde el pueblo pudiera relacionarse con Dios ofreciéndole el don de su alabanza (cfr. 1Cro 28,2). De acuerdo con los datos de la Escritura, aun cuando esta era la pretensión de David, el mismo Dios le indicó que él no llevaría adelante la tarea de construirle una casa; señalando así que su presencia en medio del pueblo no podría ser contenida en las paredes frías de un recinto (cfr. 1Cro 28,3). No obstante, tras el reinado de David, mientras estaba en trono de Israel su hijo Salomón, el deseo de construir un templo a Dios comenzó a materializarse. Salomón, que al inicio de su reinado había pedido a Dios la sabiduría para gobernar (1Re 3,9), fue bendecido, no sólo con este don para llevar adelante su reinado sino que, además, tuvo la dicha de encabezar la construcción del templo de Jerusalén que, de acuerdo con la Escritura, fue dedicado en un ambiente claramente festivo (1Rer 8): Dios tenía una casa en la ciudad santa de Jerusalén; una cada a donde todos podían recurrir para presentar sus súplicas y ofrendas.

 

Conforme pasaron los años, el templo se convirtió en el referente fundamental para comprender la identidad del pueblo. De hecho, podríamos incluso señalar, que el pueblo de la antigua alianza no se entiende sin el templo de Jerusalén. Por eso, tras la destrucción del templo durante el destierro en Babilonia, los israelitas lloraban, no sólo porque habían sido desterrados de su nación, ni porque se ponía en crisis su historia, ni porque se venían abajo sus principales monumentos sino, sobre todo, por la destrucción del templo. De ello, nos da razón la literatura sálmica que nos recuerda que “Junto a los canales de Babilonia, es decir, durante el destierro, los israelitas se sentaban a llorar con nostalgia de Sión” (cfr. Sal 136)

 

Concluida la época del destierro, al volver a Jerusalén, desarrollaron una importante actividad de restauración; que no se vio reducida únicamente a la reconstrucción de las casas y monumentos, sino a la redificación del Templo. Sabemos por la Escritura que Esdras y Nehemías encabezaron esta reconstrucción, señalando que no sólo habrían de levantar las paredes materiales sino que con el templo era necesario restructurar la vida y renovar la vocación de pueblo elegido. Es así que, con gran solemnidad, Esdras se pone de pie delante de los habitantes de Jerusalén para invitar al pueblo a vivir conforme a los mandamientos dados a su antepasados (cfr. Neh 8,2). Y todo el pueblo, con absoluta convicción pronunció su convencimiento.

 

En la era cristiana, también el templo ha tenido gran importancia para los fieles, convirtiéndose en el referente fundamental de nuestras asambleas y por qué no decirlo, en el símbolo de nuestras comunidades. Es en el templo donde nos reunimos para escuchar la Palabra de Dios, celebrar nuestra fe y contemplar la presencia sacramental de Dios en medio de nosotros. El templo ha sido un elemento fundamental para el cristianismo desde las primeras comunidades cristianas: desde el tiempo de las catacumbas cuando los cristianos se reunían sobre las tumbas de los mártires, hasta nuestros días, cuando el templo se ha vuelto un referente fundamental para la vida de los cristianos. Muestra de la importancia del templo es el cuidado que ponemos en el mantenimiento y en el embellecimiento de todos los recintos dedicados al culto divino.

 

Justamente, para nosotros, miembros de esta comunidad cristiana del Templo de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, este es un día especial. Nos reunimos para celebrar la Eucaristía y bendecir la capilla que se ha destinado para la adoración continua del Santísimo Sacramento. Este será un espacio en el que podrá experimentarse la presencia de Dios que ha venido a morar en medio de su pueblo. Será un espacio para la adoración, para estar con el Señor, para deleitarse en la presencia de Dios. Y al mismo tiempo, será un espacio para sentir su consuelo. Por eso, hemos de hacer el compromiso de no abandonarlo; no dejar solo a aquel que tanto nos ha amado. Todos nosotros tenemos necesidad de ser consolados pues todos vivimos numerosas situaciones que nos perturban y nos inquietan: violencia, pobreza, crisis personales, familiares y laborales, falta de oportunidades… necesitamos consuelo en medio de tantos sufrimientos que nublan nuestro camino y entorpecen el sendero de nuestra vida. En medio de nuestro desaliento, recurramos al templo; acerquémonos a este espacio que, desde la tradición de Israel, representa la presencia de Dios en medio de nosotros. Acerquémonos al templo, no sólo para mirar su grandeza o el cuidado de sus espacios físicos, sino para experimentar la presencia de aquel que lo habita. Cuando ustedes sientan necesidad de ser escuchados, acérquense al templo, a la capilla dedicada para el Santísimo Sacramento; y ahí, hablen con Jesús; Él se quedará en ese espacio dispuesto a escuchar sus necesidades, dispuesto a clamar sus lamentos, secar sus lágrimas, curar sus heridas y darles su consuelo. Que nunca este solo el que tanto nos consuela.

 

Y al venir a este sitio, además de experimentar consuelo, es necesario que recordemos que hemos de salir fortalecidos para llevar adelante una misión. No somos consolados por el Señor sólo para nuestro beneficio, sino para consolar a nuestros hermanos y hermanas. Recordemos tan sólo lo que escuchamos en el evangelio, Jesús dice claramente a sus discípulos que deben ser colaboradores de su misión. Si bien, es el mismo Jesús quien multiplica los panes, corresponde a los discípulos distribuirlos entre los más necesitados. En este sentido, también a nosotros Jesús sacramentado nos estará diciendo: “Denles ustedes de comer” (Mt 14,16), invitándonos a vivir con responsabilidad nuestra misión de discípulos.

 

Hermanos, en este día tan especial para nuestra comunidad, pidamos al Señor que nos dé la capacidad de estar con él, acompañándolo en su templo. Y que una vez consolados por su misericordia seamos capaces de comunicar su salvación y compartir su misericordia con todos nuestros hermanos, especialmente con los más vulnerables de nuestra historia.

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