
La Ascensión del Señor
21 de mayo de 2023
De acuerdo con el testimonio de los Hechos de los Apóstoles, cuarenta días después de la Resurrección, Jesús se reúne nuevamente con sus discípulos para darles las últimas instrucciones antes de volver al Padre, como él mismo lo había indicado. Hemos de tener presente que el misterio que en este día celebramos no es un acontecimiento independiente de la Pascua, sino que, con ella, representa un único misterio: la realidad de Cristo resucitado que ha vencido a la muerte y ha sido constituido señor de todo el universo.
La ascensión del Señor, de acuerdo con el testimonio de san Mateo, ocurre en una montaña, el sitio donde, de acuerdo con la Escritura, Dios se da a conocer a los seres humanos para hacer alianza con ellos: en una montaña Dios confirmó la promesa de numerosa descendencia hecha a Abraham; en el monte Horeb Dios se reveló a Moisés en la zarza ardiente; en este mismo monte, Elías reconoció la presencia de Dios en una suave brisa. El ministerio de Jesús también tuvo como referencia los montes: en ellos, se retira para orar, estar en silencio y encontrarse con su Padre; sobre un monte pronunció las bienaventuranzas, señalando cual es el camino que han de seguir sus discípulos; sobre un monte mostró su divinidad al transfigurarse en presencia de los discípulos. Y antes de volver al Padre, se reúne con ellos en un monte para revelarse, ciertamente, como el Mesías que ha roto las cadenas de la opresión y nos abre paso hacia la vida en libertad.
En este último encuentro, Jesús recordará a sus discípulos cuál es la misión que deben realizar en el mundo. Ellos, que lo han visto curando a los enfermos, dando la vista a los ciegos, saciando el hambre de las multitudes, devolviendo la esperanza a los desolados, reivindicando la dignidad de quienes han sido pisoteados por el sistema político, social e incluso religioso, y dando sentido a la existencia de quien lo escucharon; ellos, estarán llamados a continuar su misión. Ellos que lo acompañaron durante su ministerio en Galilea, viendo como implantaba en la historia un dinamismo que transformaba todo sufrimiento, estarán llamados a continuar con lo que él mismo inició compartiéndolo con todos los pueblos de la tierra.
Los discípulos del Señor, todos, no sólo aquellos que lo vieron físicamente, estamos llamados a continuar su misión. A todos nos es dado el mandato que escuchamos en el evangelio de este día: "Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos". Todos nosotros, como aquellos once que estaban el monte, debemos cumplir este mandato: hacer discípulos a todos los pueblos.
¿De qué manera? El mismo Jesús nos da la respuesta: enseñándoles a cumplir todo lo que les he mandado. Cada uno de nosotros, discípulos del Señor hemos de enseñar a quienes nos rodean a cumplir lo que Jesús nos ha mandado. No sólo de palabra pues no se trata de repetir de memoria, una y otra vez, los mandamientos o las doctrinas sobre Jesús; se trata de dar testimonio. Así lo confirma el mismo Jesús, en la narración de los Hechos de los Apóstoles: "serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los últimos rincones de la tierra". Nosotros discípulos del Señor, estamos llamados a ser testigos. Y para ello necesitamos contemplar, escuchar y tener experiencia. Si vamos a hablar de la Resurrección que sea desde nuestra experiencia, sabiendo que Jesús nos ha liberado de nuestros sepulcros y esclavitudes haciéndonos vivir en plenitud la vida que nos concede; si vamos a hablar de las obras realizadas por Jesús en favor de los seres humanos, que sea desde nuestra experiencia, reconociendo que Jesús ha saciado nuestra hambre y nuestra sed, ha reivindicado nuestra dignidad cuando sentimos que somos pisoteados, ha curado las heridas que nuestros conflictos personales o con los otros han dejado en nuestra vida… Si vamos a hacer discípulos a todos los pueblos, que sea porque sabemos que somos discípulos del Señor, discípulos que hacen silencio en su vida, que se retiran al monte para escuchar la divina voluntad y la ponen en práctica. En palabras simples: haremos discípulos del Señor a todos los pueblos de la tierra en la medida que seamos discípulos del Señor, discípulos que se ponen en camino.
Aquellos que se habían reunido con Jesús en el momento de la ascensión, se enfrentaron a la tentación de quedarse paralizados, detenidos, con la mirada perdida en las alturas. Los Hechos de los apóstoles nos recuerdan que dos hombres, vestidos de blanco, se manifestaron a los discípulos para cuestionarlos: ¿Qué hacen mirando al cielo?. Los discípulos de Cristo, no pueden detenerse, ni siquiera en la contemplación del mismo Cristo. Los discípulos de Cristo estamos llamados a ponernos en camino, para recrear en nuestros caminos las opciones de Jesús: curar a los enfermos, dar vida a quien está abatido, devolver la dignidad a quien se ha caído…
Esta es nuestra misión. Y podríamos pensar que no es una misión sencilla, más aun cuando el miedo se apodera de muchos de nosotros, a causa de las tribulaciones de nuestra vida. Pero en medio de todo, a pensar de cualquier situación por dolorosa que sea, es posible ponernos en camino. Las últimas palabras que escuchamos en el relato del evangelio, que dicho sea de paso, son las palabras con que culmina la obra de san Mateo, son una invitación a la esperanza. "Yo estoy con ustedes todos los días hasta el final de los tiempos".
Hermanos, qué palabras tan hermosas y llenas de cariño hacia nosotros: no estamos solos en el ejercicio de nuestra misión, no estamos solos en medio de nuestras tribulaciones, no estamos solos en la enfermedad, ni en la crisis económica ni en las situaciones más dolorosas que podamos estar atravesando. El Señor está con nosotros, camina con nosotros y nos impulsa para ir adelante.
Que sea esta la certeza que nos deje la celebración de la Pascua de este año. Que la Pascua que hemos celebrado desde la Noche Santísima de la Resurrección imprima en nuestro corazón la certeza de que Jesús, el vencedor de la muerte, está y estará con nosotros todos los días hasta el fin de la historia.
P. Eloy Medina Torres, C.P.